Carta Abierta
Al Excelentísimo Señor António Guterres, secretario general de las Naciones Unidas, y a los presidentes, primeros ministros, dirigentes de Estado y representantes permanentes ante las Naciones Unidas,

Acogemos con un alivio profundo el alto el fuego, la liberación de los rehenes israelíes y los presos palestinos, y nos llena de esperanza vislumbrar el fin de la masacre, la destrucción, los desplazamientos y el hambre que han asolado Gaza. No obstante, sabemos bien lo frágil que es este alto al fuego: las fuerzas israelíes siguen en la Franja y el acuerdo no menciona Cisjordania, la ocupación o la segregación, ni aborda la negación sostenida de los derechos del pueblo palestino.

La presión internacional fue una pieza clave para lograr este alto el fuego y, para garantizar que perdure, no puede aflojarse. Este alto el fuego debe entenderse como un comienzo, no como un final, pues el riesgo de volver a una realidad política marcada por la indiferencia ante la ocupación y el conflicto permanente es demasiado elevado. Es preciso sostener la presión para allanar el camino hacia una nueva era de paz y justicia para palestinos e israelíes.

Aunque la necesidad de reparación antecede al 7 de octubre de 2023, los crímenes cometidos aquel día por Hamás y otras facciones armadas nos conmocionaron, como también lo hizo la desmesurada respuesta de Israel. Dos años después, nos invade el desasosiego ante la acumulación de pruebas que apuntan a que los actos de Israel se enmarcan en la definición legal de genocidio y los intentos de eludir responsabilidades y volver a imponer el mismo patrón fallido de impunidad. No lo consentiremos.
 
Por todo ello, emitimos este llamamiento como judíos de toda condición y procedencia. Reafirmamos nuestra convicción en la universalidad de la justicia y la aplicación justa e igualitaria del derecho internacional, sin perder de vista que muchas de las leyes, cartas y convenciones redactadas para proteger vidas humanas nacieron como respuesta al Holocausto. El gobierno de Israel ha violado implacablemente esas garantías y debe rendir cuentas por sus gravísimos quebrantamientos del derecho internacional. La situación requiere hacer todo lo posible para poner un punto final al castigo colectivo que el gobierno israelí inflige al pueblo palestino y buscar la paz por el bien de ambos pueblos.

Como judíos y seres humanos queremos decir alto y claro: no en nuestro nombre. No en el nombre de nuestro legado, de nuestra fe, ni de nuestra tradición moral. La magnitud descomunal de la masacre y la destrucción, los desplazamientos forzados, el bloqueo deliberado de productos de primera necesidad y la perpetración de acciones criminales en Cisjordania deben cesar y no repetirse jamás.

Deploramos las declaraciones de los líderes israelíes, cuando reiteran ante el mundo que dichos actos se están cometiendo en nombre del pueblo judío, como si fuera una manifestación de nuestro destino. El gobierno de Israel pretende hablar en nombre del colectivo judío, pero no nos representa.

Nos negamos a que continúe esta afrenta a nuestra conciencia colectiva, que no tiene cabida ni en los valores del judaísmo ni en las lecciones que nos ha enseñado la historia de nuestro pueblo. Con frecuencia vemos en quienes alzan la voz por los derechos de los palestinos el reflejo de quienes lo hicieron por nosotros cuando lo necesitamos. Nuestra solidaridad con el pueblo palestino no supone una traición al judaismo; al contrario, encarna la esencia misma de nuestros valores. Cuando nuestros antepasados nos enseñaron que destruir una sola vida es destruir un mundo entero no contemplaban excepciones para el pueblo palestino.

No descansaremos hasta que este alto el fuego desemboque en el fin de la ocupación y la segregación. Escribimos estas líneas con la esperanza de fortalecer el compromiso del pueblo judío a actuar movido por la conciencia y la compasión, y trabajaremos con denuedo para conseguir la igualdad, la justicia y la libertad para palestinos e israelíes.
 
Con tal fin, solicitamos a empresas, sindicatos, organizaciones de la sociedad civil y, en especial, dirigentes y Estados miembros de las Naciones Unidas:
1
Respetar y acatar las decisiones de la Corte Internacional de Justicia, que también se aplican en Cisjordania y Jerusalén Este; cumplir las órdenes de detención emitidas por la Corte Penal Internacional; y no ceder ante los intentos de menoscabar e influir en la labor de dichas Cortes.
2
Rechazar toda complicidad con los crímenes y las continuas violaciones del derecho internacional que Israel ha cometido contra el pueblo palestino, como por ejemplo interrumpiendo el suministro de armas y de otros bienes y servicios relevantes. Usar las herramientas de presión pertinentes, ya sea recurriendo a sanciones específicas a los órganos gubernamentales y a las personas responsables de quebrantar el derecho internacional, o suspendiendo relaciones con las entidades comerciales partícipes de dichas violaciones.
3
Garantizar que la ayuda humanitaria llegue a todos los palestinos en Gaza en una escala acorde con sus necesidades vitales, que se levante el bloqueo y se permita el ingreso de materiales para la reconstrucción, así como que se produzca la retirada total de las fuerzas militares israelíes.
4
Refutar las falsas acusaciones de antisemitismo que instrumentalizan nuestra historia colectiva para dañar la reputación de aquellos con quienes luchamos en pos de la paz y la justicia.
Desde el más profundo respeto y la tradición judía que nos une,

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